Los hábitos tienen cuerpo, tienen entidad, tienen peso y tienen fuerza.
Mas alla de que el habito sea en algun sentido -bueno- o -malo-, es necesario saber que va tomando fuerza, cual bola de nieve que es lanzada desde la cima de una montaña. Al principio lo impulsamos, lo alimentamos, y luego terminamos siendo llevados y manejados por él.
Podemos decir que cuando cruzamos un campo siempre por el mismo lugar, se hace un camino, una huella. Ese es el camino del hábito: se hace cada vez mas facil y comodo ir por ahi, mientras alrededor se complica porque el pasto ha crecido.
Romper un hábito implica mucho de lo que podría implicar dejar de usar esa huella, y comenzar a ir por el pasto, hasta provocar una huella nueva.
Alejandro Juroczko